A los políticos se les coge la matrícula en las situaciones más difíciles y no las hay más reveladoras que las grandes catástrofes. Eso es aún más cierto en los que tienen responsabilidades concretas en una Administración. También vale para aquellos que no la tienen, pero que aspiran a convertirse algún día en presidentes de un Gobierno. En este último caso, se les exige que ayuden en lo que puedan y que no pongan palos en las ruedas. Que piensen que su país está en esos momentos por encima de los intereses inmediatos de su partido. En definitiva, que no hagan lo que ha hecho Alberto Núñez Feijóo estos días.
El líder del Partido Popular ha tenido como prioridad salvar la cabeza de Carlos Mazón, presidente del Gobierno valenciano. Eso pasaba por impedir a toda costa que perdiera las competencias de mando ante la crisis originada por la DANA e ignorar sus errores cometidos desde el martes. En primer lugar, buscó la foto. El mismo martes, la consiguió en Letur, Albacete. Al día siguiente, viajó a Valencia, donde se reunió con Mazón. Antes de nada, declaró la victoria de los gobiernos autonómicos, que aún no sabían a lo que se enfrentaban, y se quejó de que los ciudadanos piden a esos presidentes “una responsabilidad adicional”, cuando en realidad no es adicional, sino que son las competencias que tienen asignadas porque así aparece en la Constitución y sus estatutos.