Ya estoy mucho más tranquilo, no por la marcha del FCBarcelona, cuyos socios, bueno, 452 socios de 140.000 dieron el visto bueno a las cuentas de 91 millones de euros de pérdidas (eso reconoció el club, aunque, al parecer, son 300) y multitud de salvedades y ‘excepto por…’ del auditor.
No, no, estoy tranquilo porque Sala i Martín, el popular profesor, que no catedrático, de Columbia, ha vuelto a salir en Catalunya Radio (se supone que esta vez cobrando) y ha asegurado, él que vive en USA, que el ‘mès que un club’ ni está arruinado, ni entrará en ‘fallida’, ni lo estará nunca. Jamás.
He añadido un punto, bueno, una fotografía, una imagen enternecedora a mi felicidad, la de la visita de Xavi Hernández a Hansi Flick, hijos incluidos. ¿O fue el alemán quien se movió y fue al encuentro del técnico de Terrassa? Bueno, el caso es que se vieron y, sin duda, hablaron de fútbol, sin poner excusas, como dice malintencionadamente el presidente Joan Laporta.
Vuelta atrás
El caso es que si Sala i Martín garantiza, desde USA, que la economía del Barça, que debe miles de millones, no solo hasta el 30 de junio de 2026 cuando acabe el mandato de Laporta sino más allá de esa fecha, va viento en popa y si tenemos ya feliz, sonriente, a Xavi, es que la cosa funciona mucho mejor de lo que pensamos un puñado de chalados.
Esos chalados, que fuimos los que considerábamos que lo que debía hacer Laporta y los suyos era confiar en La Masia, no prometer títulos, no endeudarse aún más, pedir paciencia y esperar que fructifique un equipo coral y, sobre todo, bien entrenado, tanto fuera como dentro del campo, asistimos estos días a la euforia desmedida del nuevo proyecto.
El Barça solo ha jugado, en LaLiga, con cuatro de los 10 primeros (Osasuna, Villarreal, Rayo y Athletic) y aún no se ha enfrentado a los buenos-buenos de verdad. Y, en la Champions, perdió el primer partido en casa del Mónaco, que no es, tampoco, nada del otro mundo y goleó al peor equipo de la Copa de Europa, el BSC Young Boys.
No estoy poniendo agua al vino, ¡ni hablar! El Barça está jugando un fútbol de altísimo nivel, mezcla fantástica del ‘tiki-taka’ (sí, ya sé que sigue siendo el líder de la posesión) y la fuerza que nace y se mantiene de los muchos cambios que se han producido en el sector donde imperan las mediciones de potencia, los análisis de sangre y los anillos Oura Ring, que miden el descanso nocturno del futbolista, la variabilidad de la frecuencia cardiaca y, sobre todo, ofrecen información de cómo el jugador asimila las cargas de partidos y entrenamientos.
Volviendo al discurso que debió imperar en el regreso de Laporta a la presidencia del Barça y que, no solo no ocurrió así sino que protagonizó la ‘patada a seguir’ que ha llevado al ‘mès que un club’ a unas pérdidas espectaculares, felizmente aceptadas sin rechistar por el ‘soci’, deberíamos afrontar los dos grandes duelos de esta semana, Bayern de Munich (¡que chulitos los alemanes recordándonos las palizas que nos han metido en las últimas cinco citas!) y, el sábado, en el platillo volante (demasiado ruidoso) del Santiago Bernabéu, con la sensación de que éste sí es un equipo en construcción, que sabe lo que quiere, cómo lo quiere y con quien lo quiere.
Otra cosa, pero de eso no tiene la culpa ni Hansi Flick ni Robert Lewandowski ni mucho menos Lamine Yamal, es que Laporta, sus familiares, amigos y enchufados esperen que el equipo tape sus penurias.
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