Pedro Sánchez no lo ha tenido nada fácil desde que volvió a ser investido presidente del Gobierno tras las generales del 2023. Gobernar en minoría, contra el primer partido del Congreso, que además manda en la mayoría de autonomías, y con un pacto de investidura poco cohesionado, tenía que ser muy complicado.
Pero hasta el viernes sólo afrontaba problemas políticos. Por ejemplo, Puigdemont. Cierto, Sánchez reaccionó con virulencia ante las actuaciones del juez Peinado contra su esposa. Pero argumentó -y puede ser cierto- que era víctima de un montaje político. Es algo que todavía está por ver. Lo que pasa ahora con el informe de la Guardia Civil es distinto. Ya no puede ser un montaje, sino la fundada sospecha de un relevante caso de corrupción. Del informe se infiere que el famoso Koldo era sólo un actor secundario del caso Ábalos. Y parece que el exministro obtuvo beneficios económicos a través de una trama corrupta -el empresario Aldama sería el centro- que se enriqueció gracias al tráfico de influencias.
Y José Luis Ábalos no era un ministro más. Aparte de la cartera de Transportes -la de mayor capacidad inversora- era secretario de organización del PSOE, lo que le daba gran influencia sobre la organización territorial de partido. Y fue quizás el político socialista más próximo a Sánchez y que más contribuyó a su victoria en las primarias del 2017. Feijoo -el informe de la UCO le ha permitido pasar página del malestar por las penas de los presos de ETA- dice que “sin Ábalos, Sánchez no existiría”. Es una exageración, pero no es una figura nada secundaria en su ascenso al poder. Nunca tuvo la fuerza de Alfonso Guerra, pero…
Y los que han leído a fondo el informe dicen que la cutrez que se desprende -un chalet en la costa de Cádiz, pago mensual del apartamento de una novia en Madrid- recuerdan las correrías de Roldán. Pero Ábalos era más que Juan Guerra o Roldán.
Lo más preocupante para Sánchez es que llegó a La Moncloa acusando al PP de corrupción por la Gurtel y ahora se enfrenta al caso Ábalos que afecta como mínimo a un exministro socialista de mucho peso. Y que puede ir a más. ¿Hasta dónde?
No estamos -ni de lejos- como en el 2018 tras la sentencia de la Gurtel que condenó al PP. Y es cierto que Ábalos dejó de ser ministro hace tiempo y que al estallar el caso Koldo el PSOE le exigió que entregara el acta de diputado y, al no hacerlo, le expulsó del partido. Pero hay muchos cabos sueltos. Por ejemplo, ¿por qué pudo ir a Barajas, siendo ministro y en compañía de Aldama, a verse con Delcy Rodriguez, la vicepresidenta de Venezuela, que no podía entrar en ningún país de la UE?
A las grandes incógnitas políticas -aún vivimos con los presupuestos prorrogados del 2023- se unen ahora graves sospechas de corrupción de socialistas relevantes que pueden ir a más y que -acaben como acaben- traerán mucha cola y no reforzarán la credibilidad del PSOE. Por último, por hoy, ¿qué consecuencias puede tener el caso en el próximo congreso socialista de Sevilla?